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miércoles, 2 de enero de 2013

Referencia a Manuel Robles, padre de Piana, abuelo de Rosi y Juanito


http://www.lacronicadeleon.es/2012/12/28/deportes/cuando-me-agarraba-a-el-cojo-se-paraba-la-fiesta-para-ver-170525.htm

“Cuando me agarraba a El Cojo se paraba la fiesta para ver”

96 años tenía este gran exluchador de extraordinaria fortaleza, uno de los históricos de los años 30-40
Liborio tenía una extraordinaria facilidad de palabra.
F. Fernández / León
Cuando mi compañero David Rubio escuchó en la redacción que había una esquela de Liborio Llorente rápidamente recordó una anécdota que jamás olvida, que le impresionó. Habíamos ido a llevar a Liborio a su casa después de presentar el libro ‘Personajes leoneses’ en el que él aparecía como viejo luchador y al apearse le pilló la mano con la puerta. Palideció David, pensó que le habría roto algo, hasta que vio como aquel paisano de 90 años se frotó un poco con la otra mano y siguió a lo suyo: “Tenéis que entrar, comer algo o si no os doy unas patatas recién sacadas, son muy buenas”.
- Pero, ¿no le he hecho daño?
- No, nada, no es nada, soy un Llorente.
Era un Llorente. Tenía una fortaleza extraordinaria y ayer se fue, con 96 años y gran lucidez. En su esquela pone lo que a él le habría gustado que le pusieran: “Ganadero”. Y es que ése era su orgullo y el de haber sido luchador.
Como viejo ex luchador era un pozo de anécdotas, las contaba como nadie, las tenía muy frescas en la memoria. Como ganadero (ahí no era ex, murió siéndolo) seguía acudiendo cada día a la explotación de sus hijos en Villafalé, salió hasta los 90 años avanzados en su bicicleta para ver las tierras, para sacar unas patatas y poder regalarle un caldero de ellas (o una lechuga, o algo) a cualquier visita. Que pasar por su casa y no llevar algo era empresa vana.
Esta fortaleza le ayudó a ser uno de los luchadores más importantes de las épocas heroicas, por los años 30 y 40 del pasado siglo XX. Coincidió con uno de los grandes mitos de la época, Tino El Cojo de Paradilla, y como los dos tenían una fortaleza extraordinaria se las tenían muy tiesas. “Nada más que nos veían a los dos en una fiesta ya nos querían agarrar. Se paraba la fiesta nada más que nos agarrábamos al cinto, saltaban las chispas”.
Sin embargo, Liborio siempre recordaba otra anécdota con otro luchador al que él admiraba mucho, incluso decía que para él había sido el mejor. “Era Manuel Robles, de San Cipriano. Un día estaba entrando en el corro de San Mamés y se conoce que me había visto acercarme y antes de cambiarme ya escuché por los micrófonos: Manuel Robles, de San Cipriano, desafía a Liborio Llorente, de Mansilla Mayor. Me mosqueé un poco y no iba a salir pero mi hermano David me dijo, ‘si no sales no se va a hablar de otra cosa’. Y salí. Me agarró, me empezó a dar vueltas y vueltas y me tiró como a un saco. Quedé un rato de barriga, descansando, escuchando a gente que gritaba ‘dale Manolo’. Le levanté, le eché mano y le hice dos veces seguidas lo que me había hecho él, entonces un guardia de asalto que estaba allí fue a la mesa cogió el micro y dijo: ‘¡Dale ahora Manolo!”. Pero siempre añadía después de contar esta anécdota. “Era muy bueno Manolo, aquel día lo tiré pero otra vez si no me cogen por las piernas me mata, empezó a darme vueltas, perdí la cuenta de ellas, ya me había mareado...”.

Viejas batallas de viejo luchador. Y ganadero y agricultor. “No gané más cosas porque muchas veces quería marchar para los aluches pero mi padre decía: ¿Ya está todo hecho? , ¿el ganado recogido? Y lo primero es lo primero”. Aunque la lucha era importante en su casa pues todos los hermanos la practicaban. Uno de ellos, Segundo, misionero en Alaska, incluso le escribía coplas en las que ironizaba sobre cómo serían los rivales para que ganara Liborio, porque “Segundo tenía fama de mejor luchador que yo”, explicaba él, que tenía mucha tendencia a sentirse muy orgulloso de todo lo que hacían sus hermanos. Con uno de ellos, Amando, recorría en verano algunos corros recordando viejos tiempos, cuando éste regresaba de Estados Unidos después de un largo periplo por medio mundo pues incluso había sido profesor de Fidel Castro en Cuba.
Ayer se apagó la enorme vitalidad de Liborio, que se había venido resintiendo en los últimos tiempos. La lucha leonesa está un poco más huérfana sin él. La ganadería también queda más solitaria. Pero, sobre todo, nos hemos quedado sin un buen paisano.

1 comentario:

  1. Mi padre comentaba que su tío Manuel "El Manso" era el que les había enseñado a luchar a él y a su hermano Jacinto, sus sobrinos carnales,junto a Paulino, Piano, Manolo, Facunda, Lázaro y un montón de ellos más. Recordaba que el tio Manuel había sido muy bueno en la lucha y una gran persona.
    El comentario que hace Liborio es de una gran modestia al ensalzar las virtudes del contrario, cosa que le honra.
    Hay que tener en cuenta que la diferencia de edad entre Liborio y Manuel Robles Ferreras era de 18-20 años. Ello quiere decir que a Liborio de 18 años, el tío Manuel le doblaba en edad. Pero en aquella época era frecuente que lucharan mozos jóvenes y mayores, incluso en alguna ocasión paisanos maduros. No había categorías, ni pesos. Se salía a luchar como parte de la fiesta, se hacía el corro a golpe de cinta, comenzaba una pareja, el que ganaba se quedaba en el corro esperando al siguiente y así hasta que quedaba un vencedor; a veces había premios para el luchador que tiraba a más contrincantes y para el último que quedaba como vencedor. Se trataba de demostrar la hombría personal y la del pueblo y a veces de la comarca (ribera contra montaña).
    Sin lugar a dudas, "El Rápido" último referente de la lucha leonesa en San Cipriano, heredó algo de su tío segundo Manuel "El Manso".

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